HORMIGA QUE VIAJA SOLA EN INDIA

En el blog Moster Children, encontré sabiduría de la buena: Nada te puede preparar para ir a India, excepto un viaje previo a India.

     En el largo pasillo con las salas de espera, busqué la indicada para tomar mi vuelo. Sonreí, India se dejaba notar incluso antes de tomar el vuelo. La única clara sobrepoblación en el pasillo era una concentrada multitud de mujeres con ropa colorida, hombres con bigotes extraños, gente con cabello naranja, pieles oscuras, comida siendo repartida por las mamás a los miembros de la familia, y uno que otro joven ricachón que veía al resto de la gente con aire de superioridad desde su cuerpo con tez un poco más clara y con ropa occidental. Ese era definitivamente mi vuelo. Me senté en medio de la gente, como quien se acuesta en una cama llena de cobijas con un  chocolate caliente a ver una película en un día lluvioso: más feliz no me podía sentir, iba de vuelta a casa, esa gente era mi casa. Sus miradas penetrantes ya no me asustaban, yo se las devolvía, a las mujeres con una sonrisa y a los hombres con una advertencia. 

La gente hablando muy alto, las pieles fuertes y oscuras, sus sonrisas inocentes y el inevitablemente gracioso movimiento de cabeza me recibieron en la caliente ciudad de Kochi. No habría creído lo que me iba a pasar en los próximos dos meses. Esos dos meses fueron la solidificación de todo el viaje, los aprendizajes se pusieron a prueba. Sentí por primera vez que la mujer de 14 meses antes ya no estaba ahí, y no estaba segura en qué momento se había ido.

Esa noche, escribí un texto de cómo me siento viajando. Se los comparto:

Una pequeña criatura se mueve sin ser vista corre el riesgo de ser pisada de ser devorada.
Todo el tiempo.
Todo el tiempo. 
Una vulnerable hormiga. 
La hormiga que es el camino por el que camina que mientras mira al fuego, navega en él pensando.

Hormiga nube que llueve,
hormiga sol que da calor,
hormiga luna que se llena cuando mira al sol de frente
y que baila estando sola en una noche negra.

Hormiga que se expande por dentro al ritmo del mapa que va dibujando con los pasos que da,
se expande tanto que a veces siente que no cabe en su minúsculo cuerpo de hormiga.
Hormiga que se sumerge tanto en el mundo, que olvida que el mundo existe.
Hormiga que no se ahoga, que aprendió a nadar porque vibra con el mar, con la música de las olas y de los audífonos,
que baila al son de la canción del grillo invisible
al son de la luz de la luciérnaga que se cree estrella fugaz.
Grande hormiga que llora porque no sabe qué le da más miedo: si volver a su hormiguero o no volver nunca.
Hormiga que viajó en el tiempo, amarró a todos los hubieras, los llevó al presente, los machacó, los cocinó, los devoró y se derritieron en su boca como dulces ‘fue’s.
Hormiga que se cansa de no cansarse si descansa demasiado.
Hormiga que se carga como planta al sol y que grita cuando anda en moto o juega ajedrez. 

Hormiga políglota que aprendiendo a hablar otros idiomas entendió que hay un solo una lengua.
Universo materializado en una pequeña hormiga que llora de emoción porque recordó que no es hormiga, sino universo cuajado un ratito en un molde con forma de hormiga.
Se recuesta en el tren y sonríe la hormiga que viaja junto a miles de hormigas más.
El reloj le dice que es tarde, pero ella sabe que no: nació a tiempo, justo a tiempo para llegar al ahora. Ahora. Ahora. Ahora.

La hormiga se va tranquila, jugando con el tiempo, con el tren y con el mundo, a encontrarse, a fingir que no saben que son lo mismo. A jugar a descubrirse.

Fui a visitar a una amiga que vive en el sur, en el estado de Tamil Nadu. Algunos dicen que es el estado que se siente como el hijo no querido de India así que le tienen rencor a todos y además odian hablar hindi. No me sé la historia, pero sé que tienen crisis de agua y hay gente muriendo.

El día que llegué, los papás de mi amiga Manju me trataron muy bien y al llover (al fin, después de mucho tiempo), el papá dijo que llovía porque yo había llegado. Fue un inicio amigable.

     Al día siguiente, fuimos a ver su granja (todas las familias por ahí tienen granjas), a un festival en donde vendían caballos a la vez que había una feria, y al templo. Les dejo unas fotos preciosas de la feria en algún pueblito perdido de ese estado. Si algo me encanta del sur de India, son los hombres usando lungis (como faldas), los colores de piel, el tono rojizo de la tierra y lo verde de la vegetación.

Fotos por Manju y yo (todas con su cámara)

Uno de los días que estuve ahí, me fui a caminar a Erode. De hecho, iba a caminar con Manju ese día, pero dijo que tenía que ir al hospital. Le dije que yo la acompañaba, me dijo que era muy peligroso porque había dengue por todas partes. Le dije que nunca había entrado a un hospital y que quería ir. Me dijo que era peligroso porque los hospitales públicos eran sucios. Insistí. “Bueno, le diré a mi mamá, y si acepta, puedes ir.”

La mamá aceptó, así que corrí a arreglarme, y cuando bajé lista para que el papá nos llevara, para mi sorpresa, sólo me subí yo al coche. Manju iría a una pequeña clínica al rato y el papá me llevaría al hospital del gobierno para que lo conociera. Me dio risa, no nos habíamos entendido nada. Daba igual. Acepté el aventón y me dejaron en la puerta del hospital.

Efectivamente, estaba sucio, las paredes mal pintadas, y era una peligrosa fuente de mosquitos de dengue y malaria.

No anduve mucho por ahí. Me fui a explorar la ciudad. Manju y su familia me dijeron que no había nada que ver, así que me entusiasmé en encontrar algo hermoso.

Caminé por horas. Además, la gente del sur me parece genial, así que estuve observando mucho, y como era temprano pude ver a las vacas y toros gigantes del correo que reparten paquetes por la ciudad. Les comparto las fotos que tomé. Creo que todas las calles son alucinantes.

Caminé hasta la orilla de la ciudad. Se acababa de pronto con un río y al otro lado, nada. Vegetación, campo, palmeras. Me quedé un rato ahí a dibujar.

Hay un meme con la cara de Gandhi que dice “As for India, half of it is shit”(en cuanto a India, la mitad es mierda). Cuando lo vi por primera vez me pareció una broma de grosera. ¿La mitad mierda? ¡Mierda tienen en los ojos! Pero no. Y me di cuenta mientras miraba el pequeño río, inundado en basura, con vegetación y vacas hermosas. Así es India en muchos lugares que he visitado. Sucia, maloliente, pero ¡es tan mágica!… me pude haber quedado ahí mucho tiempo, sólo contemplando, pero los locales notaron mi presencia y empezaron a hacerme preguntas. Nadie hablaba inglés ni hindi, así que les sonreí y me fui.

     Llegué triunfante a la casa de mi amiga, con las fotos de ese lugar tan diferente a la ciudad y con tanta vegetación. No se sorprendieron nada y después de la rica cena, nos fuimos a dormir, sin más.

Al día siguiente me fui a Coimbatore y encontré un cine muy viejo. Entré. La sala era peculiar. Viejísima, con  ventiladores por todas partes. Puros hombres, en su mayoría solos, ocupaban la sala. Al comenzar la película, pusieron el himno nacional con las letras en la pantalla y la bandera de India de fondo. Todos se pusieron de pie y cantaron. Yo me paré también y los miré con curiosidad. Luego, a mitad de la película, pusieron comerciales y salimos a estirarnos. Durante la película la gente aplaudía, chiflaba, reían ruidosamente, eruptaban y echaban porras. Yo no entendía nada, estaba en tamil y me gustaban las escenas en donde bailaban. Salí encantada. Los paisajes, las casas, las tradiciones, lo asqueroso del machismo, lo religiosa que era la película me hicieron aprender más de India. Saliendo ya no tenía ganas de volver a la casa de mi amiga. Miré el calendario. En dos días sería el festival Janmaishtami, en la que los indios hacen pirámides humanas para romper la cazuela de barro que contiene buttermilk, que es como una leche muy líquida con especias que le gustaba mucho a Lord Krishna, y debido a un mito, ahora cada año la gente imita lo que hacía su dios y compiten para alcanzar la buttermilk. El mejor lugar para ver este festival es Mumbai. Miré los trenes por internet. El tren que me llevaba a Erode (la casa de mi amiga), era el Mumbai express, o sea, ¡que me llevaba también a Mumbai!. Sin pensarlo mucho, le pedí a mi amiga que me llevara mi mochila a la estación de tren y yo seguiría mi camino a Mumbai.

Horas después, llegué a Erode y me encontré con Manju y su papá. Me regalaron aceite de coco puro en una botella de shampoo y un collar. Yo les di un paquete de chocolates deliciosos y una notita de amor. Me despedí de ellos con cariño y mucho agradecimiento y seguí mi camino a Mumbai.

Fue un tren larguísimo. Treinta y cuatro horas, en clase general. Les escribo algo que escribí en el camino:

 

No hay ni una con zapatos. En unas horas tendremos que buscar nuestras sandalias que se mueven con el  tren y se esconden entre las maletas. Este tren, como otros, es interuniversal. Es un monstruo lento que va paciente cruzando un subcontinente, sin pausa, durante días, con gente que se sube y se baja; con temperaturas y climas diferentes, escuchando las diferentes lenguas que hablan sus pasajeros dependiendo la región, conectando religiones, edades, historias. El sol y la luna al salir vuelven a ver al mismo tren incansable que sigue caminando. Es impresionante. Este tren me cargará por 34 horas, pero hay unos que viajan por más de 60. He escuchado y leído cosas horribles de trenes, como cuando encontraron un solo sobreviviente de todo un tren de musulmanes que viajaba de India a Pakistan durante la Partición en 1947, o la película de Lion, del niño que se pierde en el tren. ¡Cuántas cosas han de pasar en los trenes! Pasar tanto tiempo en un tren no lo veo como una pérdida, es como visitar otra ciudad. Experiencias y personajes. Y tanto que leer, escribir y dibujar.

Escucho una voz aguda llamándome: ¡DIDI! (hermana mayor). Volteo. Dos pequeñines a punto de estallar de risa se señalan el uno a la otra. (En hindi)

-¿Tienes mamá?

-Sí

-¿Tienes papá?

-Sí

-¿Tienes hermano?

-No

-¿Tienes hermana?

-Sí

-¿Tienes refrigerador?

-…refrigerador??

-…

– Sí

-¿Cuántos años tiene tu hermana? …

Gente me pregunta de qué casta soy. Me preguntan si México está en Rusia. O en Sikhim. Me preguntan por mi esposo (los anillos en mis dedos de los pies nunca fallan…). Al bajarme del tren, me despido de todo el vagón, nos tomamos fotos, nos sonreímos.

Llegué alrededor de las 5 am a Mumbai. Era la segunda vez que estaba ahí. Caminé todo el día, viendo y siguiendo los camiones llenos de chicos uniformados con el color de su equipo que viajaban de un lado a otro en la ciudad para romper las cazuelas y a veces ganar premios. Entre las personas con las que platiqué, destaco a un par de chicos que me contaron que eran alrededor de 115 en su equipo y que entrenaban todo el año, a una señora que me dijo que mucho del show era político, y a un viejillo que leía el periódico y me contaba las noticias en hindi. Las banderas del BJP (el partido hindú nacionalista radical, y en mi opinión, asqueroso) hondeaban por todas partes. Caminé todo el día alrededor de la ciudad, comiendo y hablando con gente en su mayoría amigable que en ocasiones me invitaba té.

Del mito

Mis amigos de Mumbai estuvieron ocupados durante el día y no me pudieron hospedar por la noche. Alrededor de las 10 pm mis pies gritaban de cansancio y yo quería vomitar del sueño que tenía. Miré los trenes en internet y salía uno a Goa, a la playita maravillosa,  a las 2am ¿quería más tiempo en Mumbai? no, vámonos. Decidí dormir un rato en la estación del tren y luego ir a la playa para descansar bien unos días.  Después de algunos contratiempos, alrededor de las 11:30 estaba llegando a la estación correcta. Una familia curiosa mi ubicó como extranjera y me preguntaron lo de siempre. Cuando les dije que tomaría un tren a Goa, un hombre en otra parte del tren me miró. Seguimos platicando la familia y yo. Al llegar me desearon buen viaje.

Uno de los días más cansados de mi vida. El globo terráqueo que uso para indicar en dónde está México, y mi celular moribundo.

Al bajarme del tren, todos giramos hacia la izquierda, y yo sentí que el hombre me seguía. Giré y caminé en sentido contrario, el hombre esperó a que lo pasara y luego imitó mis movimientos. Me detuve, giré y le pregunté qué quería. Me dijo que él también iba a Goa, y que iba a ir a dormir unas horas a su casa. Mencionó que vivía solo, muy cerca de la estación. Me invitó a ir con él. Sus ojos eran torpes e ingenuos; su cuerpo alto y musculoso. Tenía las manos vacías y nerviosas. Le dije que no, pero se volvió insistente y agresivo. Le dije que me dejara en paz y corrí hacia el puente que estaba detrás de mí, lejos de él, pero también lejos de toda la gente. Mientras me iba, me gritó que por favor fuera con él, que no me iba a hacer nada, que por favor, por favor, por favor porfavorporfavorporfavor volviera y me fuera con él.  Sentí mucho miedo. Sus gritos confirmaban la razón de mi miedo. Ya lejos de él, miré de reojo e, indeciso, comenzó a subir las escaleras. Me estaba siguiendo. Corrí hacia el otro lado de la estación, bajé las escaleras hacia la calle y encontré un grupo de choferes con sus mototaxis. En un hindi atropellado y nervioso les expliqué que un hombre de playera azul me seguía. Me escondieron en uno de los mototaxis rápidamente. El hombre de azul llegó corriendo y les preguntó por mí. Los choferes le preguntaron para qué me quería, pero él contestó preguntando otra vez. Los choferes le señalaron otro lugar y el hombre se fue a buscarme, dudoso.

     En cuanto lo perdimos de vista, los choferes me preguntaron más detalles. No sé de dónde saqué el vocabulario, pero logré explicarles todo. Me indicaron en dónde estaba la policía y fui mucho cuidado. Localicé otra vez al hombre al otro lado de la estación y él a mí. Se echó a correr y yo también, de vuelta a los mototaxis. Me escondieron atrás de un carrito que durante el día servía para vender algún tipo de comida. Escuchaba ratas en la oscuridad y me hundía en el olor del puesto, mientras escuchaba cómo el hombre preguntaba por mí otra vez. Lo desviaron, de nuevo.

Salí después de un rato, y ésta vez los choferes se ofrecieron a escoltarme hasta la policía al ver la magnitud del problema. Otro hombre que hablaba inglés se unió en el camino, y me ayudó a contarle todo al policía. En cuanto el hombre vio que estaba acompañada, se escondió en un puente y ya no lo pudimos encontrar. Decidí no tomar el tren a Goa. Los policías me escoltaron al tren alrededor de las 3am, hacia Pune. No dormí nada esa noche, y 8 horas después, llegué a la ciudad.

El poli que me cuidó toda la noche

Había tenido muchas ganas de ir ahí, decían que era una ciudad divertida, segura y con lugares para salir de fiesta. De día la ciudad lucía sobría, tranquila, con calles amplias, muchos árboles y edificios modernos altos. Sentí el ambiente un poco como en la ciudad en la que viví un año, Ahmedabad, aunque ahora que lo pienso, no sé muy bien por qué. Entré a otro cine viejo para olvidarme del mundo un rato. La película era muy machista y salí asombrada del cinismo indio. Caminé unas horas sin encontrar nada más que ganas de que me abrazaran. Me senté un momento y sentí mi cuerpo. El hombre de Mumbai, la energía gastada, la falta de horas de sueño, los pies cansados, nostalgia de Ahmedabad…

Volví a la estación de tren. Me senté en una banca y al girar la cabeza, me encontré con una persona que llamó mi atención.

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