Viajar en bicicleta. Turquía y anteriores…

Nunca voy en orden cronológico, así que saltemos en el tiempo:

En el 2018 hice una lista de cosas que necesitaba para un viaje en bicicleta en América Latina. La colgué en mi pared y de vez en cuando agregaba cosas, leía blogs, veía videos. En enero del 2020, justo antes de la pandemia, fue la primera vez que me monté en mi bella bicicleta de montaña, rodada 26, 14.50 kilotes, con mis dos alforjas traseras de dudosa calidad y me aventuré del aeropuerto de Los Cabos (México) a la casa de mi amiga en la ciudad de Cabo San Lucas. El mapa decía que me hacía dos horas.

Sentí el viento delicioso en mi cara, salí a la carretera, me tambaleé un poco por el peso y, metros después, perdí el control dramáticamente por pasar una montañita de arena. Un coche y una moto se pararon, quitaron la bici de la carretera, me ayudaron a pararme y me senté en la banqueta, temblando. Las personas me ayudaron a poner mis cosas en la bicicleta de nuevo. El codo derecho sangraba, pero no le puse mucha atención. Volví a montar la bicicleta para seguir mi camino. El corazón me latía rapidísimo y todo mi cuerpo temblaba.

Me detuve en una gasolinería, en donde se agrandó mi nudo en la garganta. El codo izquierdo, ambas muñecas y ambas rodillas también estaban abiertas; el lado derecho de la cadera se había pegado con los pantalones y la ropa interior por la sangre de la raspadura; además, el casco tenía una pequeña ruptura y me dolía hasta la lengua porque la correa del casco se había jalado hacia arriba, haciendo que la cuerda me apretara el cuello; el codo derecho era lo más grave. Al final, logré guardar el llanto para soltarlo con ganas al llegar a casa de mi amiga, muchas horas más tarde, después de un día eterno. Un abrazo a Carito que me apapachó ese día tan terrible.

Ya tengo casi listo el artículo en donde cuento todo más a detalle, con fotitos de sangre y todo. Y aprendizajes adquiridos, claro.

Pero esa no es la historia que quiero contar hoy.
No perdí las ganas de viajar en bicicleta y seguí completando mi lista de equipaje. Durante la cuarentena del Covid, en marzo del 2020 me reencontré con Maximiliano, un amigo de secundaria y, poco después, se convirtió en una aventura compartida. Pasó casi un año para montarnos en las bicicletas, primero en México durante unos cuatro meses y, mientras escribo esto, nos encontramos en Kayseri, una pequeña ciudad en el centro de Turquía, con unas bicicletas y equipo completamente distinto que con el que me caí en Los Cabos. Hoy me siento bastante tranquila: mañana salimos hacia el sur, al fin nos dieron la visa para Irán y hoy cocinamos un platillo delicioso de verduras, pero en realidad el recorrido ha sido todo menos sencillo.

Es de mi especial interés compartir algunas cosas clave que han pasado porque hemos visto muchos blogs o cuentas de Facebook e Instagram de personas que viajan en bicicleta con fotos espectaculares, equipo genial, puros comentarios alentadores en sus redes sociales, cuerpos sanos, parejas felices que llevan años viajando, gente que anda en bici que SÓLO anda en bici, que tienen tiempo infinito, que no aparentan extrañar a su familia o que hasta parecen hablar la lengua local por la cantidad de gente que conocen en el camino. Esas personas no somos precisamente Max y yo… y empezamos a creer que esas personas o no existen o simplemente tienen una cantidad exagerada de privilegios. Tampoco es que los momentos absolutamente maravillosos no existan, pero casi siempre son momentos muy personales, fugaces o en cosas simples que muchas veces no caben en el internet. El objetivo de compartir nuestra historia es demostrar que el camino es más cercano a la normalidad que a las imágenes tan lejanas y espectaculares que ruedan por las redes sociales. Definitivamente hay momentos maravillosos, pero, por ejemplo, hoy estamos en un hotel demasiado lujoso para nuestro gusto y caro para nuestro presupuesto, en las afueras de una ciudad de la que no nos atrevimos a salir hoy porque está rodeada de montañas con muchas subidas, yo estaba cansada de los días pasados y Max está agüitadón a punto de decidir si compramos un vuelo de vuelta a México, y tenemos unos dolores insoportables.

No puedo escribir todo de una, pero retomaré el blog para ir explicando todo paso a pasito. Quiero hablar de lo que muchas veces sucede cuando se empieza un viaje así.

Asuntos familiares

Yo ya había viajado mucho de aventón y por tiempos prolongados, pero no era el caso de Max. Debo mencionar que hubo conflictos (de esperar) con su familia, pues las decisiones atropelladas, desestructuradas y espontáneas agarraron a todas y todos por sorpresa. Afortunadamente el amor que le tienen pudo más y, después de un rato de confusión, recibimos las buenas vibras para poder irnos tranquilas a la carretera.

El miedo

Cuando comenzamos en el 2021, las carreteras en el estado de Puebla hacia Tlaxcala, nos parecieron ridículamente peligrosas. En nuestro primer tramo “largo” terminamos temblando y casi desertando la misión. Poco después nos dimos cuenta de que ese pedazo de carretera no era normal y que casi todos eran más sencillos y seguros, aunque tampoco tanto. También intentaron extorsionarnos en Veracruz, meses después nos siguieron en un pueblo de Grecia y nos han perseguido muchos perros, que en nuestra mente estamos seguras de que querían asesinarnos. En todas las situaciones lo más importante ha sido mantener la calma para pensar con claridad. Muchas veces a Max o a mí se nos va la cabeza y tenemos que calmarnos mutuamente.

Una foto misteriosa de la carretera en la montaña de Veracruz
Y una foto de un momento feliz <3

Relación

Vinieron problemas más grandes y complicados. Hablo por mí porque Max seguramente puede aportar más a la discusión, pero, especialmente cuando pasas 24 horas al día, todos los días, con una persona, aunque la quieras mucho, es muy complicado.

Entraré en detalles en otro momento, pero mucha de mi energía se fue en tratar de entender la relación de una manera distinta, en construir vínculos de confianza, en profundizar en conflictos y soluciones, en deconstruir las ideas que nos taladra el amor romántico y, cuando no entendí por qué no me sentía tranquila a pesar de estar en una situación bastante decente, me di cuenta de que me había abandonado casi por completo. No sé si alguna mujer que me lea ha viajado a largo plazo con sus compañeras o compañeros, pero (y creo que más en relaciones heterosexuales) se nos ha enseñado tanto a entregar y sacrificar todo por ellos que, incluso en el intento de deconstruir lo que nos han enseñado, olvidamos seguir construyendo lo que somos.

Cada quien cometió sus errores, pero yo quiero hablar de los míos: dejé de leer, de escribir, ¡de dibujar! Según yo, me sentía contenta porque me la pasaba bien con él y el tiempo que teníamos libre, lo invertía en que compartiéramos algo divertido. Él se tomaba más tiempo para sí mismo que yo para mí. Básicamente lo único que hacía yo sola en tiempos prolongados era mi tesis, que disfrutaba mucho, pero no sé en qué momento dejé de hacer lo demás. Me saltaré un poco de tiempo hasta que, en junio del 2021 se me acabó el dinero que tenía ahorrado, Max renunció a su trabajo en línea (esa es otra historia maravillosa) y nos fuimos a meserear a Miami (no le digan a migración…).

En Miami se me cayó el mundo. Los trabajos previos que había tenido, por muy horribles que hubieran sido, tenían algo que me fascinaba y me mantenían viva. Además, siempre había tenido un escape para sentirme mejor. En Miami trabajamos en algunos lugares espantosos, en ambientes miserables con el único fin de hacer dinero. El ambiente en Miami es todo lo que no me gusta: una ciudad con mucha gente pedante, blanca y rica. La única gente maravillosa que conocimos estaba oprimida, explotada, triste y extrañaban a su país. Mi tesis me ayudó un poco, me sumergí tanto en ella durante mis tiempos libres, que la acabé. ¡Ah! Además, acabé el primer borrador encerrada en un cuarto, sin ventanas, con Max, por dos semanas porque nos dio Covid. Después, caí en una tristeza profunda y se me quitaron las ganas hasta de ir a andar en bicicleta a las playas preciosas que tiene esa miserable ciudad (una disculpa, pero no la soporto). Aunque creo que estar con Max, desahogándonos, dándonos apoyo y fuerza me permitió no perder la cabeza por completo. Haber perdido mis vías de conexión conmigo misma fue lo peor que me pasó. Es un fenómeno tan natural que ni yo ni Max ni nadie nos dimos cuenta y, aún así, en cuanto lo visibilicé fue obvio. Caí en la trampa del amor romántico.

En fin, volvimos a México, con los bolsillos llenos pero los corazones vacíos. La familia y el hogar me renovaron un poco, pero no me sentía muy motivada, sólo más tranquila.

Después de algunos giros inesperados y ante la visita de mi amigo Juanito a México, decidimos que Max se adelantaría a viajar a finales de enero mientras yo viajaba con Juanito en el sur de México hasta que pudiera presentar mi tesis. Luego nos reencontraríamos en alguna parte para seguir viajando en bicicleta.

Fue raro que Max se fuera. Después de compartir tanto tiempo juntxs, lo extrañé muchísimo, pero también me di tiempo para mí. Un mes y medio nos pasamos Juan y yo de exponer dudas, inquietudes, a veces llorando y explotando. Un mes y medio de hablar de privilegios, blanquitud, política, monogamia, modernidad, vicios. Juan me compartió un libro llamado ‘Pensamiento monógamo, terror poliamoroso’, que recomiendo ampliamente. También recomiendo de la misma autora (Brigitte Vasallo) ‘Mentes insanas. Ungüentos feministas para males cotidianos’. Una vez más el feminismo salvándome la vida. Para cuando nos reencontramos Max y yo, todo era distinto. Él también había aprendido mucho, discutido con otras personas y, aunque no todo es color de rosa, puedo asegurar que nos sentimos mucho mejor, mucho, mucho mejor. Además, no sólo volví a dibujar, sino que empecé a pintar con acuarela, escribo, leo, tengo mis tiempos yo sola yyy… ¡¡REACTIVÉ EL BLOG!!

Así que eso, este es mi escrito para anunciar mi vuelta a las andadas. Estoy segura de que la gente que ha seguido este blog durante años tiene aspectos y actividades muy diferentes a las de hace un tiempo, y me emociona leerlxs también. ¿Qué vueltas les ha dado la vida? ¿qué les interesaría que platicara en el blog? ¿han viajado?

Dejo una foto para anunciar lo que viene en próximos artículos 🙂
Bueno, dos fotos

4 thoughts on “Viajar en bicicleta. Turquía y anteriores…

  1. Angeles Dávila says:

    Me encanta lo que escribes y como lo escribes pero se me hizo muy corto….quiero más!!!!

    Responder
  2. Katte says:

    Ay cariña! Que emoción leerte! Cuanta vida vida hay en tus palabras reales, amorosas, descarnadas de la vida en movimiento! (La parte del amor fue la mejor, y vamos aprendiendo!!) un abrazo grande y buenos caminos por siempre!

    Responder
  3. MonicaYaniz says:

    Me encantas Andrea. Me considero afortunada de q digas en mi vida. Un gusto verte crecer.

    Responder
  4. Denia says:

    Desde que te conocí te admiré mucho por lo aventurera y aventada que eres y no era la única. Ya quiero leer más entradas! Te mando un abrazo enorme y por supuesto: que tengan un excelente viaje!

    Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *