Viajar con una amiga – El Amazonas y el cuidado

En el 2018 compré las primeras cosas para mi viaje en Sudamérica. Después de trabajar en la pizca de cerezas en Canadá, usé una parte de los ahorros para equipar mi bicicleta. En el 2019, intenté hacer un pequeño viaje de entrenamiento en Baja California Sur y fallé épicamente. En el 2020, comencé una relación con un compañero con el que no pude llegar hasta Sudamérica por una u otra cosa, aunque hicimos muchos viajes increíbles en tres continentes distintos durante casi tres años. Hace unos meses la vida dio un giro y nos separamos. Por lo que veo, fuimos muchas y muchos en el mismo barco que, a mitad del 2023, nos agarró la vida en curva y muchos ciclos cerraron rotundamente. Afortunadamente, estaba en la Ciudad de México, con mi familia, en contacto con muchas amistades hermosas que no dejaron que mi barco se hundiera.

Con mi corazoncito no en pedazos pero sí quebrado, lo primero que hice fue lo que mejor sé hacer: compré un vuelo barato e hice maletas. Como casi siempre, lo compré con poco tiempo de anticipación y sin haber juntado el dinero suficiente. Sin embargo, cambiaban dos factores muy importantes, y es que una amiga casualmente también estaba planeando viajar al sur en esas fechas. De manera unánime elegimos ir a Brasil. Me sentí muy tranquila de no tener que enfrentarme sola a las fuertes emociones que tenía adentro en ese momento y poder compartir una experiencia con una mujer a la que siempre había admirado tanto tanto tanto a tal punto de intimidarme lo maravillosa que era. Antes no me había ni acercado a ella y ahora no podía creer que íbamos a estar juntas día, tarde y noche durante tres semanas. El otro factor que cambió esta vez es que al fin encontré una fuente de ingresos que disfruto y que puedo llevar a todas partes conmigo: ¡ahora tatúo!

Los días que siguieron fueron días maratónicos. En cuatro días, vendí los 52 kilos de miel de Campeche que me tocaban (puedes leer más de eso picándole AQUÍ); tatué a amistades, familia y a otras personas que llegaron a mi vida; vendí algunos bálsamos que trajimos de India y en un abrir y cerrar de ojos (tres semanas), con ojeras hasta las rodillas pero la emoción al millón, Emilia y yo llegamos a la ciudad de Manaus en el norte de Brasil.

Llegando pagamos un tour. Generalmente le huyo a ese tipo de paquetes turísticos, pero parecía la única manera viable de entrar a la selva y no me arrepentí ni un segundo.

Nuestro guía era Osmar, un hombre nacido en el norte del río Amazonas, que tenía una íntima relación con la selva como parte de su cultura desde que era pequeño, hablaba dos idiomas nativos y, bajita la mano, nos contaba la complicada situación política de la gente indígena. También nos contó las mil aventuras que había tenido en la selva cuando participó en la búsqueda de una anaconda gigante con no sé quién de unos documentales ingleses. Nos contó que estaban buscando una anaconda de 12 metros, pero sólo encontraron una de 11.95 :O Nos contó que estuvo en zonas de la selva en donde hay tantos mosquitos, que tuvo que pasar la noche con la cabeza cubierta y en la orilla del río, ¡con el cuerpo sumergido hasta el cuello!

Muy seguido las explicaciones con Osmar eran así:

-Esta es la hormiga más peligrosa del mundo- decía, señalando unas hormigas monstruo.

-¿Y quién se las come?- preguntaba yo.

Osmar me contestaba que algún sapo o algo así, y yo hacía la misma pregunta hacia el sapo, hasta que llegábamos a felinos, anacondas, cocodrilos, cosas enormes que siempre tenían más depredadores letales y que mantenían el equilibrio con animales e insectos tan delicados, como las miles de mariposas que estaban por todas partes. Me encantaría poder compartir el sonido de los monos aulladores durante la noche y el sabor del pescado pirarucú que Osmar nos cocinó en una fogata, con limoncito delicioso. Les comparto algunas fotos de seres que tuvimos la oportunidad de ver y de nuestras primeras amistades primeras amistades.

Les comparto unos fragmentos de un texto que escribí por ahí:

“Siempre está la sensación de que todo es muy fuerte e inteligente de alguna manera. La naturaleza se siente como un solo ser enorme que sabe exactamente lo que está haciendo. Todo juega un papel importante. Y Osmar también. Es como si todos se conocieran. Sólo así ganan su lugar para existir en ese ambiente. Nosotras todavía no. A nosotras todavía nos pican los mosquitos. (…) Por el otro lado, está Frank, con una cultura completamente diferente. Es alemán y se siente lejano, ajeno. Está obsesionado por ver los animales más grandes y más coloridos desde la comodidad de la lancha, sin acercarse, capturándolos con su cámara cara y su lente de zoom impresionante. Cuando un periquito se posó en él durante el desayuno, se puso histérico. Todo el mundo le dijo que estaba bien, que no hacía nada, pero él se movió violentamente de manera exagerada sin importar el café que le tiró al compañero de enfrente. El día del campamento en la selva, se emborrachó y no dejó dormir a nadie porque salía de su hamaca por más cerveza y al baño todo el tiempo; se cayó al agua y olía muy feo. No dejó que nadie lo ayudara. Al final acortó su tour una noche porque no aguantó más. Sentí tristeza de que lo que fuera que trajera dentro, no le permitiera disfrutar lo que estábamos viviendo.”

Por otro lado, miren la tranquilidad de nuestro amigo Guillermo cuando llegó el mismo periquito que con Frank. Hasta parece como si ya se conocieran.

En la ciudad de Manaus conocimos a Black, un haitiano que nos dijo que había aprendido portugués en tres semanas. Me propuse hablarlo en el mismo tiempo y de cierta manera funcionó. Ya a las tres semanas Emilia y yo nos dábamos a entender, participábamos en las conversaciones grupales y nos reíamos con la bandita. Fue muy satisfactorio que el idioma no fuera una barrera tan grande como en otros países que había visitado antes.

Los lugares que visitamos eran muy hermosos, todos propuestos por Emilia que investigó de lugares que valía la pena visitar. A mí normalmente no me importa a donde ir, así que iba contenta a donde nos daba tiempo y que Emilia sugería. Viajamos varios días en barcos por el rio Amazonas con tantas horas libres sin internet que hablamos de todo en la vida, escribimos y dibujé. Por un lado, estaba viviendo la ruptura que tanto me daba miedo, pero por el otro, estaba viviendo al fin mi viaje soñado en Sudamérica con una persona increíble. A veces despertaba angustiada por haber tenido un mal sueño, pero despertaba en una hamaca dentro de un barco en el Amazonas con un amanecer hermoso y Emilia en la hamaca a lado de mí, siempre comprensiva y amorosa.  No pasaba mucho antes de que estuviéramos riendo a carcajadas mientras desayunábamos alguna cosa con yuca. Las dos tuvimos nuestros momentos en donde flaqueamos un poco y la comunicación, el cuidado y el cariño fueron fundamentales. De alguna forma, y se lo expresé al final, no sentí la necesidad ni de abrir mi corazón (que estaba a la defensiva), sólo de pronto ya sentía mucho amor y me sentía querida y cuidada. Todo salió bien. Esto es una de las cosas que escribí:

“Se siguen cerrando ciclos. Creo que esos meses se dedicarán a eso. Ya entendí también que no importa lo que haga, los ciclos se van a seguir cerrando. (…)Es un alivio recordar constantemente que sólo tengo que relajarme. Y ya. Nada es tan importante. La vida se parece bastante a un juego de Zelda, en el que sólo cambian los escenarios pero sigue siendo un juego. NADA IMPORTA. Pero dentro de lo no importante, definitivamente es más divertido jugar en escenarios entretenidos y hermosos, como esta playa preciosa en Brasil. Voy a extrañar mucho a Emilia. Ha sido un hogar. Me siento segura, tomada en cuenta, apapachada.”

Fueron tres semanas de constantes tomas de decisiones, de largas pláticas sobre todo lo habido y por haber, de muchas carcajadas y de vez en cuando una lloradita. ¡Y pedimos aventón tres veces! A mitad de agosto, me despedí de Emilia en el aeropuerto de São Luis con una bonita sensación de que había comenzado una amistad a largo plazo.

Cuando Emi se fue, estaba cansadísima. Decidí quedarme en São Luis unos días para descansar y poner mi vida en orden. El viaje tomó un tono distinto. Una alegría enorme me comenzó a invadir. Contrario a esa tristeza calmada que había presupuestado, me sentía entera y tranquila. La compañía de Emilia me había hecho muy bien y Brasil también. Salía a caminar y sentía como si me fuera a explotar el pecho de lo hermosa que era la vida. Todo era hermoso y eso que ni empezaba a escuchar música brasileña. Estaba agradecida con todo lo que había pasado para estar en ese punto. Esos días me fui adaptando y extendí mi estadía en la ciudad al límite, cuando tuve que viajar más de 3,000 kilómetros al sur en 7 días, pero esa historia ya la conté. Para leerla, da click AQUÍ

Como reflexión final, me encanta viajar sola, me exploro mucho yo y a los lugares, pero cuando viajo con alguien más es una exploración muy íntima con la otra persona. Es como si se viajara dentro de la otra persona también. Es muy mi estilo irme de todo para curarme el corazón o para todo en realidad jaja, pero creo que esas semanas me dejaron muy presente la importancia de tener un círculo de mujeres cerquita, aunque sea por whatsapp. Amo muchísimo a mis amigas (incluídas mi mamá y mi hermana), que siempre están ahí sin dejar que me sienta solita, porque siempre es la soledad la que acaba con mis viajes. 

Estos días fue asesinada una cicloviajera venezolana en el Amazonas. hay miles de mujeres manifestándose por toda Latinoamérica porque queremos poder viajar y vivir más seguras. He recibido muchos mensajes de amigas y amigos con esa noticia y pidiéndome que me cuide. Agradezco mucho los mensajes. Es bonito saber que, aunque el mundo es peligroso, no estamos solas y somos muchas viajando y apoyándonos y queriéndonos. Seguiremos viajando y ocupando cada vez más los espacios que se nos han sido negados porque tenemos todo el derecho a disfrutar del mundo en cualquier geografía. Les dejo unas fotos del resto del viaje con Emi.

1 thought on “Viajar con una amiga – El Amazonas y el cuidado

  1. Maribel Davila says:

    Queridísima Andrea, como siempre me haces viajar y soñar contigo, gracias por compartir tan hermosísima experiencia. Te quiero muchísimo, por favor si tú e escribiendo.

    Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *